Friday, September 01, 2006

La ebriedad del Desorden (o la voluntad dieciochezca en un sentido amplio)

Tarde, muy tarde. Botellas, vasos y una hielera vacía. Una reunión amena, precedida de una cena fina y una sobremesa cargada de conversaciones de política exterior, novedades internas y la empobrecida salud del comandante Castro. El Desorden, falto de costumbre en las lides etílicas, afeita su lengua y se apronta a disparar.
-¡Ese conchadesumadre del Lula!
Los contertulios miran sorprendidos. Periodistas apuntan, fotógrafos retratan y los dueños de casa se sonrojan. Un trago de alcohol y el Desorden emedieciséis, se pregunta:
-¿Cómo es posible que el presidente de un país poderoso como es el Brasil, use esa barba raída, no se cambie la corbata roja comunistoide y no deje de repasarse el pelo con la mano esa en la que brilla la sortija del mal gusto en el meñique? Y no es que tenga algo en contra del Brasil, es que simplemente ¡no se merecen al Director Supremos que han elegido!
-Ya, Desorden –replica la dueña de casa, en tono conciliador- deja eso que quieres hacer para otro día, en la privacidad de tu hogar.
-Si, lo sé –toma vuelo el protagonista- es que la atmósfera en la que me encuentro hace que la liviandad original de mi discurso se alce, dándome la posibilidad de que demuestre realmente y sin miramientos lo que realmente pienso ¡Viva Chile mierda!

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